Comentario
La stupa, creada por Ashoka en el siglo III a. C (aunque su origen megalítico puede remontarse al II milenio a. C.), es un monumento funerario de peregrinación, que encerraba o simplemente señalaba el lugar donde había sido enterrada una reliquia budista; ésta solía consistir en las cenizas procedentes de la incineración de algún santo personaje o de algún objeto ritual famoso, así como también en imágenes de culto consideradas milagrosas. Esta costumbre estaba ya difundida en época de Buda, pues a su muerte ocho clanes principescos se disputaron las cenizas de la incineración de Buda y las enterraron bajo ocho stupas en diferentes lugares; no se conservan restos de ellas, probablemente porque se construyeron en adobe y madera.
Ashoka la concibió como símbolo cósmico, conmemorativo del paranirvana de Buda: sobre una gran plataforma (medhi), a modo de altar sacrificial, que significa la tierra se levanta el cuerpo central semiesférico, macizo, que representa la bóveda celeste (anda) o también el huevo cósmico. Encima, una empalizada cuadrangular (harmika) alude al lugar donde reside la esencia divina, y protege la parte superior del eje del universo (yashti), que hipotéticamente atraviesa la bóveda. Rematando el eje aparecen varios discos decrecientes (chatravali), que se adaptan a la forma de una sombrilla sagrada, queriendo insistir en la dignidad de la reliquia en cuestión (cuantos más chatravali, más sagrada). El peregrino debía acercarse a la stupa desde el este, y rodearla de izquierda a derecha (dejando siempre el monumento a su derecha) en el sentido en que las estrellas circundan el firmamento.
Las numerosas (según los textos budistas, 80.000) stupas que Ashoka mandó erigir en los lugares más significativos de su imperio fueron recubiertas y adornadas en posteriores etapas, sobre todo durante las dinastías Shunga y Andhra. Estos monumentos tuvieron tal éxito que llegaron a congregar a una gran masa de gente, de manera que se hizo necesario delimitar el lugar sacro para la circunvalación (pradakshina). Surgen ahora el deambulatorio (védika) y las cuatro puertas cardinales (toranas), que servirán de soporte para el adoctrinamiento budista de un pueblo analfabeto, incapaz de interpretar los textos sagrados; cumplen un servicio similar al de los primitivos capiteles historiados del románico europeo. Lógicamente utilizan un lenguaje costumbrista y desenfadado de fácil comprensión popular, pero que desde el elevado punto de vista metafísico del budismo tuvo que resultar a veces vulgar y desvergonzado.
A partir del siglo II d. C. con el budismo mahayana la stupa empieza su expansión y, aunque permanecen sus elementos principales, puede llegar a transformar tanto su aspecto que a menudo resulta difícil definir su evolución; quizá, la única característica que unifica la stupa de expansión es su colosalismo, pues poco tienen que ver entre sí la stupa nepalí con los ojos de Buda en la harmika, con la tibetana caracterizada por su anda bulbosa; todavía más dispares son la stupa-campana de Sri Lanka, la stupa-flecha indochina y la stupa-montaña indonésica. Sin lugar a dudas, la evolución más sorprendente la constituyen las stupas extremo orientales (China, Corea y Japón) convertidas en pagodas gracias a la multiplicación de pisos, que no son otra cosa que monumentales chatravati.